martes, 3 de diciembre de 2013

El ansiado premio se derrite

Ansiar algo con demasiado interés puede ser contraproducente. Más allá cuando no lo consigues, y es que: bien sea una licencia para conducir, un trofeo, un premio o un reconocimiento, a veces uno está en ascuas por alcanzar su objetivo, tanto que se acaba cegando.

Perderse la cosas buenas de la vida, perderse el camino y lo que de él se desprende porque nuestro monstruo interior que resulta ser materialista y resultadista nos ahoga con impaciencia es un grave error. A veces es mejor el aprendizaje que lo que se consigue con este, si bien se debería hacer hincapié en una reflexión vitalista casi cuántica: ¿quién se ha otorgado el derecho de juzgarnos? ¿cómo se ha eximido de ser juzgado por nosotros?

Es nuestro deber ser críticos no solo con cada aspecto de nuestra vida, también con los demás y el poderoso influjo anímico que pueden conllevar sus actos o sus opiniones. Tenemos que ser consecuentes, cuando esperamos algún tipo de objetivo: ¡pensemos sobre quién cae la responsabilidad de concedérnoslo! no podemos desfallecer porque alguien no nos haya juzgado desde el prisma más correcto, no siempre se hace justicia pero esto ocurre en muchas ocasiones porque el juez es inmundo.

No podéis aceptar un premio o entristeceros porque no lo conseguís cuando quien lo otorga es un mediocre, una forma de vida tan miserable que no merece otra calificación que la de error asumible de la madre naturaleza. En muchas ocasiones ciertos partidos políticos celebran victorias electorales, aunque ellos saben que hay poco que celebrar pues quien les ha votado no es más que una masa de gentuza maloliente, un auténtico atajo de inútiles incompetentes que, engañados y cegados por su codicia de convertirse en explotadores especuladores de dinero como lo son aquellos a los que admiran y por los que se dejan masacrar y violar; otorgan su voto al más vil de los hipócritas que nunca dejará de ser esclavo y siervo de alguien que se oculta entre las sombras.

Así que si queréis ser dignos, no podéis aceptar premios o darles importancia cuando quien os decide ganadores es un gasto inútil de oxígeno, un error bochornoso de la genética, hay seres vivos que no merecen la calificación de "personas" por mucho que su aspecto exterior diga lo contrario, porque en muchos casos hay incompetentes demacrados de poca monta en puestos "elevados". No aceptéis u os enorgullezcáis de haber conseguido el penoso reconocimiento que otorgan estos seres podridos, tétricos y famélicos mentales, estos pequeños gusanos completamente capados de inteligencia o juicio propio, porque si lo hacéis, os acabaréis pudriendo como ellos.

Sed dignos, tened respeto por lo que hacéis e intentad aplastar con todas vuestras energías al incompetente con inteligencia excesivamente limitada.