viernes, 23 de diciembre de 2016

La indiferencia mata

Llegan las fechas navideñas y llegan claro, las compañías incómodas y los compromisos ineludibles que evitan cualquier tipo de gozo propio.

Por desgracia muchos creen que la trifulca es la forma más letal del proceder pero no hay que olvidar que aunque efectiva, siempre causa ácidas salpicaduras y por lo tanto la pérdida de estrategias ofensivas para realizar nuestro intento de socavar cualquier revuelta de la cúpula de la imbecilidad nos causa un gran malestar y cuesta entender cómo podemos salir indemnes de una situación de enfrentamiento o de pelea.

Esta entrada es para ayudar a aquellos que a veces no entienden la forma correcta mediante la que deberían volar por encima de la inmundicia.


Lo cierto es que no hay nada más violento y brutal que la indiferencia. Muchos lo toman como una forma de acoso porque se dice que hacerle el vacío a alguien es un camino a la perdición, esa soledad consigue amargar hasta la más dulce de las primaveras y la desesperación del incompetente incomprendido que sabe que aunque goce de la atención de unos pocos o incluso de una mayoría, nunca podrá alcanzar los más altos estamentos, jamás llegará a colonizar la cima que reina sobre los montículos porque está tan hundido en su podredumbre que no puede escapar, no puede saltar.

Pensad en esa escoria nauseabunda que se basa en la obscenidad y en el aplauso fácil para recibir un reconocimiento que tape sus carencias. Imaginad y visualizad a aquellos paupérrimos de inteligencia que cuentan anécdotas sin sal para buscar un perfil alto y de mandatario que conduzca a la multitud ante un show, un espectáculo semblante a una comedia bufa. Ellos buscan ese protagonismo pero no ofrecen un cobijo intelectual  en absoluto, los temas sobre los que versan son mayoritariamente el alimento de quienes se hunden en el umbral de la subnormalidad: opiniones rimbombantes de deporte, religión, experiencias pasadas y politiqueo.

Cabe preguntarse si tienen formación académica que respalde algún comentario que hacen, si verdaderamente pueden considerarse autoridades en algún tema o si simplemente son gente vacía con más penas que glorias que ruegan por el monopolio temático en toda ocasión.

Sé que muchos de los que me escribís a diario lidiáis con estas situaciones y os cuestionáis el porqué. ¿Por qué una persona que no tiene nada que ofrecer busca llamar la atención y no dejar de hablar?
Por una sencilla razón: porque si la conversación realiza un viraje hacia algo que requiera un mínimo de estudios, inteligencia o razonamiento quedarán desnudos, quedarán absorbidos por una corriente de misticismo que les delatará como viles patanes que apenas pueden justificar el consumo de oxígeno y alimento que requieren para su mera existencia. Para tapar vergüenzas desvían todo argumentación hacia la bondadosa estupidez que a tanto deshecho cobija del frío.

Aguantad, ignorad y si os surge la ocasión humillad sin piedad. Pero nunca perdáis los nervios ni os exaltéis, que vean que estáis por encima y que ni su vomitivo hedor os notifica de su presencia.

Domt

lunes, 19 de diciembre de 2016

Esotérico

Es el encanto perdido en el tiempo, aquellos paseos por la fría Berlín me marcaron de un modo muy profundo. Llovía con furia y las luces naranjas sobraban de la escena, se borraban como el cobarde de una guerra, desaparecían entre la multitud de gotas.
El tiempo no se detiene, a cada paso te separas de tu vida, caminante nocturno sin rumbo pero con fin.

Nunca puedes estar perdido, el camino está marcado de antemano. Ni en el más frondoso de los bosques yace la perdición total, pues la muerte aguarda y rescata allá donde estés.

Noches gélidas y paseos que acompasaban las palabras en las conversaciones de tanteo. No puedo perder esta guerra, hoy no es día de morir y así cada mañana me levanto entre sollozos porque no me acuerdo de olvidar las penas que me han traído hasta aquí.

No sé qué espera tras la puerta, pero sí sé que no hay nada peor que la muerte en vida. Los transmundanos preguntan el motivo que subyace en mi sonrisa, creo que yo ya he aceptado la muerte y es por tal motivo por el cual soy invencible. Dejo aquí estos relatos y los lanzo al infinito para que los recoja el dudoso, el tembloroso, el que se auto anestesia cada anochecer.

Siempre puedes parar cuando te canses de correr, pero ese último aliento se queda corto cuando llega el amanecer.

Si acepta usted una recomendación, no muera sin ver la vida desde la cumbre.

Anónimo - Libro del leviatán 1:22.