miércoles, 1 de abril de 2020

Llévame a cero de nuevo

Un pacto de fuego que selló nuestro amor y que calcinó todo titubeo en tu poblada mente. Un pacto del que no podrás escapar jamás, pues cómo pretendes ocultar tus verdaderos sentimientos y pesares a alguien que vive dentro de ti.
Yo he vagado por tus desiertos interiores, donde camuflas la pesadumbre, donde escondes tus más sinceros temores y te preguntas por qué la muerte te rodea allá donde vas una vez más. No logras ver que una maldición que hostiga a todo cuanto no eres tú, jamás merece ese calificativo.

Mal de ojo, ansiedad, posesión demoníaca, depresión o cualquier otra floritura del lenguaje para engañar a tus contemporáneos y pedirles un rescate por tu alma, pero un rescate que no pueden pagar. Sólo yo puedo soliviantarte, amordazarte y estremecerte. Soy la sombra que te acecha y soy la imagen que nunca desaparece de tu cotidianidad. Allá donde mires verás mi figura, cuando se apaguen las últimas melodías escucharás mi salmodia, y cuando desfallezca el menos insignificante entre los insignificantes acudirás a mi llamada.

Como un niño sobre su columpio juegas a la ignorancia. Resulta sencillo doblegar y recrearse con meras marionetas que no son ni serán capaces de verte como realmente eres porque habitáis en planos desemejantes. Pero jamás se puede someter a un ídolo por razones bien distintas pero igualmente fundamentales, es por ello que nunca consigo encerrarte entre mis carnes eternamente, sin embargo, el tiempo transcurre por mis laderas esta vez y cuando el ardor del planeta no pueda ser contenido por la diosa Pele, en ese instante tan carente de sentido e importancia para tu esencia, volverás a tenderme la mano.

Candentes candelas con azulados fuegos, desvastad la última gran plaga para que pueda aquel que nunca desfallece yacer a mi lado sin inquietud.