martes, 16 de abril de 2019

Aquí y más allá

Es curioso sentir los anhelos de la gente cuando se asoma al infinito. Almas que se perderán para siempre, energía consumida en vida ahora se desvanece en la eternidad.

Ese último hálito, ver cómo un fuego fatuo e incesante consume los restos vitales de quienes ya han abandonado su carcasa y se convierten en un mero recuerdo caduco e intrascendente. Pero, ¿por qué nosotros? ¿por qué no nos consumimos? a diario me pregunto si tal vez recae en nosotros alguna responsabilidad que desconocemos. Mientras que los demás faroles se quedan sin aceite, nosotros brillamos eternamente aún cuando hemos consumido todo cuanto nuestra última armadura nos pudo proporcionar, siempre retomamos el camino de vuelta a cualquiera de los hervideros.

Una y otra vez, como el mecanismo infinito que compone el tejido sobre el que se asienta la realidad. Nunca pedimos esto, no sentimos fortuna alguna en nuestro destino, pues vemos cómo perdemos todo una y otra vez entre ecos de nuestra vanidad pasada y presente. Todo por lo que trabajamos, aquellos a los que dejamos atrás y también a los que se nos escaparon de entre los dedos en un invierno duro. Observamos impotentes desde la lejanía cómo una y otra vez desaparece aquello por lo que luchamos y el único plano en el que verdaderamente podemos yacer sin importar cuánto, ese lugar miserable y tenebroso está completamente hueco. Quizá pueda resultar impresionante ver ese torbellino de almas que se van apagando y la tranquilidad absoluta que contrasta con dicho caos un poco más arriba. ¿Es aquello el paraíso?

El lugar prometido no puede ser algo tan solitario e indecente, donde la única diversión es ver a los condenados morir. Uno tras otro, sin descanso van desapareciendo tantas almas y forjándose nuevas, todas ellas sin grandes perspectivas y con un periodo de vida muy limitado. Estamos solos, vagamos eternamente en un camino que conocemos demasiado bien, observamos con estupor cómo se contraen las raíces de la mismísima creación a pasos agigantados. La locura más extrema de todas es la que siento por ti, sé que esta vez quizá no merezca la pena volver más allá de recordar viejos tiempos, tal vez sea mejor dejar de volver y simplemente darle la espalda a todo lo demás.
¿Quién nos ha condenado a nosotros?

Ciclos infinitos nunca desaparecerán,
eternos luceros sin cristiandad
hoy ha comenzado un nuevo camino
vuelve la transición a tomar posesión

Eterna lucha entre clanes, nadie sabrá jamás
por qué su luz de apagó y la mía no.