jueves, 30 de agosto de 2018

No se debe temer al fuego...

Sergio había sido asesinado brutalmente. Cuando lo lanzaron al agua aún estaba vivo, aunque su cerebro estaba muriendo lentamente pudo haber sobrevivido.

Tal y como supimos más tarde cuando intervino la policía, al parecer el agua fría le causó un shock y no llegó a perder la consciencia pero sí su capacidad motriz. De modo que fue ahogándose durante dos horas con un frío extremo, viendo pasar el pueblo mientras la corriente le arrastraba río abajo. Siendo golpeado una y otra vez, padeciendo un sufrimiento inimaginable mientras la vida se escapaba de él, la agonía más brutal de todas le fue causada sin justificación.

Estaba con ella en el aula, comiendo unas pastillas de chocolate que hacían sus abuelos maternos. No había descanso en aquella época, de modo que simplemente se hacía una pequeña parada para que los alumnos y el profesor pudieran comer algo a media mañana. La profesora estaba muy seria aquel día, después de lo de Sergio había pasado tan sólo un día en lo que sus padres llamaron a las autoridades. Ciertamente durante veinticuatro horas ni sus propios padres lo echaron en falta. La tristeza que aquello me provocaba era indescriptible, mi alma se compungía tan sólo de pensar en la soledad que debía sentir aquel chaval y lo cruel que había sido su existencia. 
Después de que los padres llamaran a las autoridades y estas investigaran, se informó a la escuela que vendría un agente de la ley a hablar con todos nosotros. 

Nadie sabía nada realmente, simplemente sabíamos que había sido lanzado al río sin compasión y que probablemente habría muerto. 

En aquel instante entró un hombre con un bigote muy poblado y llamativo, de color castaño y perfectamente peinado. Era muy alto y se notaba que tras el uniforme escondía una musculatura muy prominente. Junto a él entró un hombre mucho mayor, calvo, barrigón. El afeitado apurado dejaba ver con claridad una papada que se descolgaba de forma agresiva.
El hombre alto comenzó presentándose:

"Buenos días chicos, mi nombre es Roger y soy agente. Como bien sabréis, vuestro compañero Sergio ha fallecido ahogado después de que se le propinara una paliza sin precedentes. La golpiza fue tal que fue incapaz de nadar o gritar. El forense nos ha dicho que se desgarró la garganta intentado gritar desesperadamente pero ningún sonido salió de ella porque un golpe previo se la había destrozado. La atrocidad es tal que incluso un agente ha rehusado venir porque cree que alguien de aquí tiene algo que ver. Uno de vosotros debe saber algo y el agente ha comunicado que de estar frente a vosotros sería capaz de... bueno, lo que he venido a deciros es que se ha producido un asesinato, se ha matado a un niño y eso está perseguido como comprenderéis. 

No vamos a interrogaros uno por uno principalmente porque sois menores de edad y porque confiamos en que vosotros mismos nos lo contéis todo. Si no descubrimos quién lo hizo, entonces, tendremos que ponernos más serios y no os gustará. Interrogaremos individualmente durante horas a cada uno, porque lo que ha pasado es grave, muy grave. 

No importa quién sea vuestro amigo, hermano o primo. La persona o personas que han hecho esto son asesinos, han aplicado una brutalidad tremebunda y nadie se merece eso. Esto no fue un accidente, la paliza lo dejó moribundo y luego fue arrojado al río. Se pretendía acabar con su vida y se ha conseguido. 

Vamos a ir casa por casa y hablaremos solos o con vuestros padres, es elección vuestra. No diremos quién ha contado qué, no se sabrá nunca nada, pero el culpable lo pagará. Tenedlo claro, no nos iremos hasta que esté todo aclarado"

Yo no quería contar nada porque sabía que iba a acabar con la vida de los culpables. Aunque por otro lado... ¿quién era el culpable? prácticamente todos le habían golpeado. Todos participaron activamente excepto tres personas: ella, una chica del aula y yo. La tesitura no era favorable precisamente, era imposible inculpar a todos los demás sin parecer un mentiroso o un conspiranóico.
Cuando el agente vino a mi casa ella estaba conmigo. Entró el chaval joven y el otro se quedó en la puerta vigilando. Nadie podría pegar la oreja, ese era su objetivo.

Ella tomó la palabra y le dijo: "nosotros somos novios, somos pareja y muchas veces faltamos a la escuela. Ese día fue uno de ellos, decidimos no ir para poder ir a besarnos detrás del pueblo, de hecho podemos enseñarle las inscripciones que hemos hecho en el banco de madera.

Sólo sabemos que efectivamente fue hace un par de días, porque lógicamente no le hemos vuelto a ver. Sergio se ponía en las escaleras de la escuela todo el día mientras jugaba con sus canicas. Pero qué podemos saber nosotros, ya le digo que no tenemos demasiada relación con los otros niños desde que somos novios."

Yo asentí con la cabeza y le dije que no podía ayudarle, que lo sentía mucho. Se me escaparon unas lágrimas, no fue llanto realmente, solo dos lágrimas que me humedecieron la cara.  Entonces el agente se fue a la casa del al lado a preguntar.

Ella me dijo que subiéramos a mi cuarto y me dijo con severidad: "No quiero que vuelvas a llorar por nadie que no sea yo. Espero que no vuelva a suceder realmente. Sólo yo merezco esas lágrimas, el imbécil no se merece nada. Ni tan siquiera la muerte que le ha sido otorgada es suficiente como para purificar un alma errante como la suya. 
Sólo era basura, un despojo que nadie quería. Ni sus padres lo estimaban lo más mínimo, me molesta mucho que te afecte esto porque, ¿a caso quieres a más personas que a mí? estoy muy triste."

Yo estaba algo enfadado, pero de algún modo la tenía en mi mente, estaba celosa porque quería que sólo la amara a ella y aunque fuera algo completamente absurdo, de algún modo no podía negarme, no sabía cómo sacar ese pensamiento de su cabeza. Por otro lado, yo estaba enamorado, ¿para qué iba a cambiar su forma de ser? ¿Por qué no decirle lo que quería oír?

"Simplemente me da miedo que nos pase algo a nosotros, no quiero que nos afecte. No es por Sergio, es porque quizá piensen que tenemos algo que ver o quizá alguien piense que hemos contado a la policía quién fue."

Ella entonces sonrió y me dijo: "No te preocupes, nosotros no tuvimos absolutamente nada que ver, ¿qué podíamos hacer? ¿enfrentarnos a toda la escuela nosotros dos? hubiéramos acabado peor que el imbécil. Tampoco hemos contado nada y aunque así fuera, si trataran de tomar represalias simplemente nos iríamos del pueblo, no sin antes prenderle fuego y calcinar a todos los habitantes del mismo. No dejaré que nadie te haga daño, si por lo que sea alguien lo intenta: morirá y su sufrimiento será algo incomparable, dejará lo del imbécil en una pequeña broma."

Aunque tuviera una sensación de protección, en el fondo me asustaba el hecho de saber que hablaba enserio. No tenía sentimiento alguno más allá de un amor demente y enfermizo por mí. Si alguien hacía ademán de enfrentarse a mí yo sabía que ella de algún modo u otro lo aniquilaría. Eso me ponía más nervioso de lo que ya estaba pero supe contenerme.

Al parecer, alguien del pueblo le contó todo a la policía y los agentes se retiraron del pueblo. Todo indicaba que iban a tramitar la estúpida burocracia y finalmente a detener a los culpables. Claramente no podían hacerlo de buenas a primeras porque era un menor de edad, o más bien varios.

Durante esta noche estaba manteniendo relaciones sexuales con ella cuando escuchamos una explosión. Algo no iba bien pero sabía que detenerme y preocuparme por algo que no fuera ella durante una relación la haría reaccionar psicóticamente. De hecho después de la explosión miraba con atención mi cara a ver si me comportaba como ella quería: obviando al mundo y centrándome sólo en su persona. Cuando terminamos ella fue a asearse al baño y yo me asomé por la ventana. Corrí la cortina y me fijé en que uno de los chicos de mi escuela yacía en el suelo con un agujero en la barriga. Se estaba desangrando, la sangre salía a borbotones y sus padres estaban próximos a él tratando de socorrerle.
El padre de Sergio había enloquecido. Después de violar a su propia mujer y cortarle el cuello había cogido su escopeta y se había dirigido a la casa de un chaval a quien creía culpable del horrible crimen de su hijo y le había disparado en el estómago. En aquellos instantes aquel hombre fuera de sí estaba dando una paliza a la hermana del difunto Sergio. Sólo tenía tres años de edad, fue hallada muerta esa misma noche, junto al cadáver de su padre, quien, después de llevarse tres vidas consigo, se había rajado el cuello allí mismo, junto al cuerpo sin vida de su hija y al de su mujer.

La policía tardó más de una hora en aparecer, algo lógico debido a que estábamos en plena noche y que la distancia era enorme entre la comisaría y nuestro pueblo. La gente comentaba lo que había ocurrido en la calle y ella y yo escuchábamos atentamente. Cuando el gentío se retiraba a sus hogares noté que me abrazaban por detrás, mi espalda desnuda empezó a enfriarse y noté el tacto de sus pechos justo antes de que me rodeara con sus brazos y me susurrara al oído: "¿Lo ves? todo se ha solucionado. El mayor culpable ha muerto, el padre ha matado a toda la familia incluyendo a él mismo. Nadie tomará represalias y la policía pensará que el asesino del imbécil es quien ha muerto. Todo ha salido a pedir de boca."

Entonces su mano derecha comenzó a surcar mi pelo, me acariciaba con sus manos frías y notaba una pequeña risa muda, realmente ella creía lo que decía. Recuerdo tanto aquel olor del bosque empujado suavemente por una leve brisa que se colaba por la ventana. Apenas estaba abierta, tan sólo unos centímetros, pero aún así aquella brisa ni fría ni cálida me embelesaba con el aroma tan propio y mágico del bosque en plena noche. También había un olor muy peculiar, la sangre deprendía un hedor metálico muy pronunciado pero no me desagradaba en aquel momento, estaba petrificado.

...pero sí a las cenizas

miércoles, 29 de agosto de 2018

El estigma del paradigma sexual

Lo cierto es que para la mayoría de adolescentes, en aquella época al menos, el sexo era algo sobre lo que se hablaba mucho pero se sabía poco y se practicaba todavía menos.

Recuerdo bien aquel día: uno de mis mejores amigos me dijo en mitad de una clase que él había eyaculado por primera vez la noche anterior. Se había masturbado en el baño y al contrario que las veces pasadas, esta vez había producido semen.
Me preguntaba siempre sobre temas sexuales por el hecho de que yo tenía novia. Lo cierto es que yo apenas sabía nada. En aquella sociedad católica se prohibía hablar del tema, era el más crudo de los tabúes. Los padres no hablaban del tema y castigaban con severidad cualquier mención directa o indirecta a él. Los maestros seguían la misma hoja de ruta, es por ello que generalmente había tantos embarazos y matrimonios prematuros en aquellos tiempos.

Lo cierto es que ella sí sabía bastante, había estado leyendo un par de libros y de hecho, sus padres tan liberales y despreocupados, probablemente en alguna borrachera le habían explicado con detalle lo que era el acto sexual. Mucho me temo que llegó a presenciarlo en más de una ocasión siendo una niña pequeña.

Una tarde, después de salir de la escuela fuimos a su casa a comer juntos. Recuerdo muy bien aquel aroma a encurtido en la cocina, las patatas cortadas en finas rodajas casi a la perfección, el queso gratinada y la nata que unía aquella bella creación culinaria. Casi puedo sentir la textura de las setas frescas en mi boca si cierro los ojos y me concentro. Estaba sentado en la silla, ella siempre se ponía a mi lado en lugar de sentarse enfrente como sería menester.

Hoy la escuela ha sido un auténtico caos, se han puesto bastante pesados con el tema de la excursión... Verdaderamente no alcanzo a comprender porqué les excita tanto la mera idea de salir todos juntos custodiados por los maestros, no entiendo qué le ven de divertido salir de la escuela para ir al pueblo de al lado a recoger flores. Se puede hacer lo mismo cualquier día, de hecho: ¡podríamos ir nosotros dos a hacerlo ahora! ¿no?

Siempre me causaba cierta gracia el hecho de que prácticamente nada le hiciera ilusión, su falta total de empatía, sus escasos y malévolos sentimientos o su sonrisa venenosa. Sólo la veía feliz en momentos muy singulares, generalmente justo después de un beso o cuando paseábamos solos por el bosque.

Después de comer nos pusimos a estudiar un rato, para solventar un pequeño contratiempo: sin darnos cuenta llevábamos faltando a la escuela casi a diario desde el comienzo del curso. Aunque siempre conseguíamos superar los exámenes sin esfuerzo alguno y los trabajos los hacíamos el día de antes de la fecha límite, lo cierto es que debíamos ponernos al día.
Tras un par de horas trabajando a destajo logramos superar con mucho el conocimiento medio de nuestros compañeros, estábamos listos para lo que hiciera falta. Acto seguido comenzó a besarme de una forma más agresiva y dominante de lo habitual. Le seguí el juego hasta que comenzó a desnudarse, entonces me preguntaba a mí mismo si realmente estaba ocurriendo: ¿íbamos a perder la virginidad de esta forma? su mirada era la de un cazador, su expresión era lujuriosa pero a la vez mostraba cierta sangre fría impropia de la situación.
Los pensamientos me asaltaban, se había corrido el rumor por el pueblo de que para tener una relación sexual satisfactoria había que aguantar la eyaculación tanto como se pudiera, para lo cual se daban consejos de lo más variopintos: desde pensar en algo poco excitante hasta mascar granos de café. Claro que, ¿qué sentido tenía eso? ¿de verdad iba a bajar a la cocina a por café y mascarlo mientras tenía relaciones sexuales? ¿si me daba un beso mientras mascaba café qué debía hacer?

Cuando quise darme cuenta mi virginidad se había evaporado. No diría que fue la mejor relación sexual de mi vida, pero sí probablemente la más impactante, supongo que como en el caso de cualquiera.

Era una maniática, algo demente la mayor parte del tiempo pero aún así probablemente era fértil. Eso pensaba en aquel momento. Sabía que eyacular dentro de una mujer significaba tener descendencia, pero también que a muchas parejas les costaba que la mujer se quedara embarazada. No le veía sentido pero empecé a darle vueltas al asunto y ella me dijo con la mirada clava en mí, pelo alborotado y completamente desnuda: Tranquilo, no voy a quedarme embarazada
Estaba sentada encima de mí, cara con cara, yo tenía los pies en el suelo y ella tenía las piernas en la cama que estaba a mi espalda. Me dio un beso, me abrazó y entonces recuerdo que nos aseamos en el baño y supe que estar con ella significaba madurar a un ritmo distinto, estaba quemando etapas demasiado rápido.

Al siguiente día, mi gran amigo y yo habíamos acabado el examen y esperábamos fuera del aula, en un vestíbulo con paredes de piedra desnudas, unos bancos con cojines realmente viejos y una pequeña mesa en medio.

¿Sabes? ayer me estuve masturbando durante casi una hora sin eyacular. Tengo un control total sobre mi pene. De hecho, me masturbo con la sábana de modo que es como tener sexo con una mujer.

Cómo le iba a decir yo que el sexo no era simplemente un estímulo continuo en ambos aparatos sexuales, sino que el sexo era una auténtica batalla, que intervenían mil tipos de variables que no se podía decodificar, que en el sexo de verdad lo físico apenas cuenta. Cómo explicarle que la fusión de dos cuerpos va mucho más allá de la penetración, que el sexo como tal realmente es el despertar de un monstruo interior que siempre reclama más y más y si no lo obtiene, toma el control de tu mente y te convierte en una auténtica bestia. Simplemente asentí con la cabeza y fingí sorpresa al tiempo que él me miraba con cierta superioridad.

martes, 28 de agosto de 2018

El fluir del agua

Estábamos sentados en uno de los banquitos de madera pintada de blanco en lo más profundo del bosque, allí donde íbamos a desconectar de todo. Era muy temprano, estaba comenzando a amanecer y escuchábamos en silencio el agua de un pequeño riachuelo que corría eterno.

Sabíamos bien que en unas horas teníamos que tomar la decisión de presentarnos en el aula o bien ausentarnos de la misma. La primera opción era la correcta, la más indulgente. Claro que en nuestras mentes precoces la idea era contradictoria en sí misma.
Quizá si no nos personábamos allí no ocurriría nada o quizá mis padres serían notificados y sufriríamos una contrariedad. Así pues, y a sabiendas de las consecuencias que afrontaríamos, decidimos un día más ausentarnos a la escuela y hablar sobre nuestro futuro y cosas banales entre beso y beso.

¿Has pensado que realmente hay un sinsentido en la escuela? tenemos que compartir aula con un retrasado mental, un paria, un futuro desarraigado.

Claramente se refería a un chaval del pueblo: Sergio. Por algún fallo de la naturaleza (o tal vez un acierto) tenía problemas mentales: le costaba demasiado comprender las cosas, era muy despistado y olvidadizo. Parecía cegado ante cualquier conocimiento, a penas sabía realizar sumas y restas simples, en aquella época a la gente así se les llamaba subnormales. Hoy día suena despectivo, es un agravio bastante extendido en países de habla hispana, pero en aquella época simplemente hacia referencia a personas con enfermedades mentales varias.

¿Con qué intención lo llevan a la escuela? nunca aprenderá nada, no será ni es como nosotros. Simplemente es un lastre, paraliza lecciones del maestro porque este tiene que detenerse para que el imbécil no se pierda. Pero siempre se queda atrás, no sirve de nada aleccionarlo. 
Sufre burlas y probablemente siempre será una carga para su familia ¿no deberían sacrificarlo? si fuera pasto de las llamas: ¿en qué empeoraría su entorno? 
La realidad es que la evolución funciona mediante mutaciones, se supone, o eso no has dicho en la escuela, que la naturaleza modifica al azar ciertos individuos y si se perpetúan y reproducen, sus mutaciones o características siguen ocurriendo en más lugares. Si la sociedad no elimina los fallos, si mantenemos con vida a subnormales como el imbécil ¿no estamos yendo contra natura? ¿no estamos generando más subnormales? aunque no se reproduzca directamente, muy probablemente ese cambio ocurrirá en más individuos. 
Aún con todo, ¿quién puede garantizar que no se reproducirá? me da miedo la verdad, en estas edades de despertar sexual quizá se masturbe y se alivie, pero sus deseos libidinosos pueden mezclarse con su falta de inteligencia y podría tratar de violar a alguna chica. Deberíamos exterminar a los que son como él. ¿no crees?

Lógicamente en mi ser no cabía una idea de ese calado. Yo no pensaba que hubiera que matar a alguien por tener una enfermedad mental. Quizá sí habría que deshacerse de violadores, pederastas, asesinos o terroristas... ¿pero de un pobre infante que no era consciente de absolutamente nada?
El problema es que en el fondo, daba la impresión de que su razonamiento era lógico, de que si dejábamos de lado cualquier humanidad tenía sentido. No iba a ser un miembro productivo del pueblo, no podía valerse por sí mismo. Si sus padres fallecían ¿quién se encargaría de él? ¿sería una carga para alguien?
Siempre fue el gran temor que me suscitaba aquella mirada, podía meter no sólo sus sentimientos, sino sus pensamientos en mí. Me hacía sentir malo pero a la vez me gustaba, era una droga, un veneno amargo, pero su recuerdo era tan dulce...

Los muchachos del pueblo (y las muchachas) siempre se burlaban y vejaban a Sergio, hasta el punto de que le obligaban a masturbarse valiéndose del tubo de escape del coche de un vecino del pueblo, le habían hecho comer las deposiciones de un chico de clase, había bebido orín en más de una ocasión. Le rompían la ropa, le prendieron fuego el pelo, le robaban el material fungible... su vida era un calvario.

Ella y yo nunca éramos partícipes básicamente porque en cierto modo nos aislábamos de todos los demás cuando estábamos juntos. Siendo niños yo jugaba con los otros infantes del pueblo, costumbre que mantenía en aquel entonces, si bien cada vez más estaba con ella y menos con ellos. En las ocasiones que estábamos todos, en esas ocasiones la verdad que se creaban grupúsculos, de modo que ella, quizás con intención o quizás no, me fue alejando de la sociedad. Seguía siendo popular en el pueblo, pero cada vez me importaba menos. Además, ella me había prohibido en multitud de ocasiones inmiscuirme en ese tipo de actividades por si había consecuencias que a mí nunca me salpicara, que fueran los otros jóvenes del pueblo los que resultaran dañados.

Recuerdo que después de la conversación anterior, a los pocos días, nos encaminamos hacia la escuela y vimos cómo los muchachos del pueblo espoleados por el júbilo de las féminas de ambas aulas (sólo había dos aulas en la escuela del pueblo) propinaban una paliza sin piedad a Sergio, quien yacía en el suelo tratando de cubrirse la cara con los brazos magullados y ensangrentados. Patadas en la cara, tierra en los ojos, puñetazos en la entrepierna, pedradas en su espalda. Todo valía.
Ella me agarró del brazo y puso su cabeza en mi pecho, yo contemplaba atónito, palidecí por algunos instantes. No daba crédito: iban a darle muerte si no paraban.

Uno de los chicos, le dio una patada en el cuello y Sergio pareció desmallarse, cesó su risa nerviosa y esos ojos tan vivaces, negros como la noche y grandes como la estupidez de sus verdugos, esos ojos brillantes se apagaron. Parecía que temblaba, probablemente del frío que le causaba tener nieve tocando su piel desnuda. Entonces dos chicos lo cogieron, uno le sujetaba los pies y otro las manos y se lo llevaron al bosque, donde no hacía demasiados días lo habían sodomizado y le habían clavado agujas por todo el cuerpo. Toda la marabunta les siguió y yo hice ademán de irme pero ella me dijo que los siguiéramos, que quería ver qué ocurría.
Atravesaron en pocos minutos el bosque hasta llegar al río en el que desembocaba el riachuelo antes mencionado, entonces comenzaron a balancear a Sergio y lo lanzaron al río.
Era pleno invierno, aún había nieve por todas partes, el río estaba casi congelado, tenía una gran corriente y la profundidad era considerable. Entonces el cuerpo de Sergio cayó bocabajo, fue arrastrado por la corriente mientras una explosión de júbilo se sintió alrededor. todos los jóvenes del pueblo aplaudían y vitoreaban menos una chica que ponía cara de horror. Probablemente era la que yo hubiera puesto, pero no pude. Estaba paralizado, congelado en el tiempo, tuve que haber reaccionado, yo era alto y fuerte y debería haber defendido a Sergio, pero era sólo un niño y estaba asustado. No ya de recibir una paliza de mis amigos o compañeros, porque sabía que no iban a golpearme, sino de descubrir que vivía en un mundo de asesinos psicópatas, de auténticos homicidas.

Nadie fue a ver si Sergio seguía vivo, nadie se interesó por él, si fuera familiar suyo o directamente él ¿cómo me sentiría?
El corro entonces se dirigía hacia la escuela y ella que seguía con su cabeza en mi pecho y su brazo izquierdo rodeándome me dijo simplemente: ¿vamos?
Al mirarla a los ojos vi indiferencia, en cierto modo le daba igual lo que acababa de pasar, en sus entrañas probablemente se alegraba, me dejó petrificado, helado.