lunes, 18 de julio de 2016

La madurez

Mucho ha tronado desde que hice aquel primer pacto con Satanás, un pacto con el diablo. Cada amanecer me preguntaba cuándo iba a obtener resultados, en qué momento exacto de mi vida aquel sacrificio comenzaría a dar sus frutos.

Le vendí mi alma al mismísimo demonio a cambio de conseguir dinero, típico.
Él no se presentó a la cita, aunque recuerdo que cuando acabé de recitar mis oraciones escuché un golpe grave de piano, sonó un estruendo contundente pero discreto y en ese momento no supe diferenciar entre el tormento constante de mi vida y una señal inequívoca mediante la cual el señor de las tinieblas rubricaba el acuerdo de forma contractual.

Hubo una vez que entré a la universidad con sudores fríos, mi mente barajaba la posibilidad de estudiar algo con salidas laborales o algo que me gustara. Se suele decir que una cosa va unida con la otra, pues quien con pasión trajina pone a buen recaudo su futuro laboral y personal. Y fue en ese momento cuando tomé la decisión de vender mi alma, completamente inútil, a cambio de obtener ingresos abundantes. De ese modo me aseguraba que aunque estudiara cualquier cosa, no me iría mal en la vida.

Ese es el error mortal, el error de pensar que el dinero aporta estabilidad cuando es lo contrario, el dinero llama al dinero pero este no viene por sí solo, necesita un vehículo y cuando el esfuerzo no es suficiente, entonces se pierde ímpetu y felicidad para que quepan todos los números.

Con todos los años que han pasado he aprendido la lección, en la vida todos obtenemos sexo, dinero, placer, amargura y sorpresa. Para que haya felicidad debe haber pesadumbre, no sabes lo que es una si no vives la otra y hay que apreciar cada instante.  De nada sirve pactar con nadie, pues si hubiese una deidad que nos pudiera proteger de sentir amargura o decepción, nos privaría de sus antagonistas, de sus opuestos, nos acabaría privando de emociones... ¿qué somos sin emociones? solo hay una forma de asegurarse que no habrá pena ni contratiempos: el suicidio.

Poema del pacto con el diablo por Mark Kerkel

Sombras en la luz
no puedo avanzar así
el pasado llama a mi puerta
yo me escondo
pero no se detiene
no se va.

Qué nos queda
El enfrentamiento y el riesgo
o la vil huida y la esperanza
el azar y la fortuna.

Pido al demonio
que de esta me salve
salve Satán
que entre todos yaces
el pecado encierra la humanidad
las semillas de la fertilidad
quién puede el fuego fundir
el mundo espera tu regreso
la diversión y el gozo
el que da pan y vino
tan solo a unos pocos
quien necesita de imperfección
para obtener su perfección
el hechicero maldito
el rebaño vacío
salve Lucifer.
---- Mark Kerkel (Libro de la catársis CAP 3)

*La última parte (estrofa) del poema es un juego de palabras en las que utiliza el rezo satánico propio de las sociedades masónicas que él conoció y lo cambia completamente pero manteniendo el ritmo y la estructura.

**Original:

Salve Satán
que entre todos yaces
el pecado encierra al hombre
y a los que aún no son
quién puede el vino purificar
el mundo espera tu retorno
la diversión y el gozo
el que da besos y sangre
a quienes le engañaron
quien necesita de imperfección
para obtener su perfección
el ilusionista famoso
el rebaño sin pensamientos
salve Lucifer.

2 comentarios:

  1. Que pasa si se hace con alguna otra vela que no sea blanca o roja ?

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    Respuestas
    1. No pasa nada, es válido aunque se pierde algo de fuerza.

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