miércoles, 27 de abril de 2016

En el tejado

Le brillaban los ojos con la luz de la luna, tenía esa piel pálida que contrastaba con unas mejillas sonrojadas y siempre tenía algo de lo que hablar.

Cuando las conversaciones se vuelven intrascendentes y nadie da una opinión que pueda causar la mínima discrepancia  es porque falta la confianza o bien porque quizá simplemente se está charlando por miedo a que el silencio pueda revelar la falta de temas.

Escucho los aullidos de los lobos a lo lejos, en las cumbres nevadas donde el hombre nunca llegará por muchas veces que vaya allí. Es ese viento fresco que me hiela la cara y consigue empapar mi alma cada día, el que me hace pensar en qué será de nosotros cuando estos tiempos estén muertos. Las águilas vuelan muy alto pero nunca alcanzan el imperio solar que decide sobre la vida a cada instante que sucede y ocurre.

Sé que no debo sucumbir en este momento porque los bosques tienen una melodía triste por las noches. Esa melodía te atrapa y te atrae, el destino es el camino que tomas al nacer, pero esa música tétrica e hipnotizante puede cambiar toda tu vida en un instante, esas perlas que tanto brillan alumbran el camino porque quieren que te reúnas con ellas en aquel rincón de amor y muerte.


Tenía la piernas cruzadas y me miraba de arriba abajo, algo verdaderamente incómodo cuando no estás seguro de ti mismo o algún complejo subyace en esa fachada de gran gladiador. Como cada noche me besaba y me decía que todo iría bien, que si el tiempo mata algo es porque no merece existir y ese juez tan cruel decide absolutamente todo. Nada puede combatir a ese gigante invisible y por lo tanto es inútil enfrentarse a él: es mejor seguir remando tratando de que esos golpes fulgurantes no te alcancen a ti. Si son millones las barcas que cruzan el lago, algunas se salvarán y quién sabe cuales.

Supongo que ese amor que me atormentaba y me escocía cada día a la vez me daba la vida, es difícil de explicar pero hay que pensar que el hombre no está hecho para ser feliz porque sufre por conseguir algo y cuando lo tiene lo ignora o bien se lamenta y teme su pérdida y así no se puede vivir, es mejor la muerte, que tan miserable e hiriente, talla un hueco en nuestro corazón que nadie puede llenar ni con amor ni con penuria porque una vez te hieren en el corazón te mueren.

Les pido a las brujas que me sacrifiquen y que se den un festín porque hoy la suerte no me es propicia y porque este pesar que arrastro no es más que la falsedad del semidiós que se sabe inmortal.

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